Faltando exactamente tres minutos para el final del partido, el que decidía el campeón olímpico, Victor Wembanyama anotaba un palmeo que ponía al equipo francés a solo tres puntos (82-79), lo más cerca que estarían en toda la segunda parte. Lo que pasó en los siguientes 132 segundos lo ha visto todo el planeta en repetidas ocasiones, diferentes planos y comentaristas de todo el mundo: Steph Curry metía cuatro triples, prácticamente seguidos, para dejar el marcador 96-87 a falta de medio minuto y la final sentenciada. A cada cual más difícil, más defendido, más lejos y para mayor reacción del público local, que veía caer el balón cuál guillotina al cuello del equipo de Vincent Collet. Le pelearon a Estados Unidos, no pudieron con Curry.

La sensación fue la misma que en semifinales con Serbia, solo que junto a los nueve triples que metió Steph ante el conjunto balcánico, tuvo a su lado a LeBron James consiguiendo el por entonces cuarto triple-doble en la historia de los Juegos Olímpicos. A cada golpe, o intento de Wembanyama, Batum o Fournier, o de Jokic, Bogdanovic y Avramovic el jueves, aparecía alguien del trío que han conformado LeBron James, Kevin Durant y Steph Curry. En la final metieron 53 de los 98 puntos, con 19 de las 29 asistencias y 12 de los 18 triples. Y en semis fue lo mismo, con Embiid haciendo números por Durant, pero entre los tres veteranos metiendo 61 de los 95 tantos, 13 asistencias (de 25), 12 de los 16 triples y 23 rebotes de los 33 que bajó Estados Unidos.

Parece lógico pensar que no hay respuesta humana posible para ellos tres. Son de manera casi unánime tres de los mejores jugadores de la historia del baloncesto por palmarés, rendimiento y resultados, pero además querían el oro, querían ganarlo juntos. Como Kobe Bryant, con Durant y LeBron en 2012 para desgracia de España, o similar a lo que hicieron Wade, Bryant y James en 2008, en Pekín. La lista de Estados Unidos estaba a la altura de las mejores vistas en la era moderna, desde Barcelona, pero al Team USA se le plantea un problema a corto y medio plazo. Ni Curry ni LeBron estarán en Los Angeles 2028, y pese a dejar la puerta abierta, Durant estará a un mes de cumplir los 40 años y con el récord de más oros en la categoría masculina conseguido. ¿Quién viene detrás de ellos?

Del equipo que ha arrasado en París solo Tyrese Haliburton y Anthony Edwards estarán por debajo de la treintena, invitando a un cambio generacional. Esos JJOO eran el último baile por algo, y el futuro no pinta tan increíble como lo hacía en las décadas anteriores. Los mejores jugadores del mundo, el top-5, son nacidos fuera de los Estados Unidos (aunque Joel Embiid juegue para ellos) y lo que viene por detrás no ilusiona. Ninguno es, por ejemplo, Victor Wembanyama, quien ha brillado en una final olímpica con 20 años. Y Estados Unidos necesita ese talento diferencial para superar las trabas que implica jugar a un deporte con reglas distintas como es el baloncesto FIBA y ante equipos mucho más trabajados táctica y técnicamente. Ejemplos hay infinitos, y casi siempre el talento ha conseguido el triunfo.

El más claro, por reciente, es el Mundial de 2023. Steve Kerr se llevó un equipo joven, con Bobby Portis y Josh Hart (ambos de 1995) siendo los más veteranos y con Anthony Edwards y Paolo Banchero como referencias. Perdieron en segunda ronda ante Lituania y pese a ganar en cuartos, se quedaron sin medalla al ser vapuleados por Alemania primero y Canadá en el partido por el bronce. Tampoco ganaron el Mundial de 2019, donde Donovan Mitchell era la estrella, y solo los 29 puntos de Kevin Durant en la final de Tokio evitaron que Francia pudiera repetir la gesta de Atenas 2004 de Argentina. Ese ha sido el común denominador desde lo de Manu Ginobili: siempre en el equipo ha estado LeBron, Durant o Curry (o varios) cuando han ganado.

Esa sensación no la genera nadie más, porque nadie más está al nivel de los tres nombrados. Su final, tanto en la selección como en el baloncesto, representa el final de una época dorada. Que tres talentos generacionales coincidan en el punto álgido de sus carreras es algo que no se había visto nunca en la NBA; Jordan retiró a Magic y Bird, Kobe y Duncan fueron el puente entre los noventa y el mejor LeBron James, y para cuando Shaq y Hakeem competían por el anillo, Michael Jordan bateaba en las ligas menores. De 2015 a 2018, año sí, año también, dos de ellos se enfrentaron en las finales, además de las finales de 2012. Han ganado, de 2012 a 2022, cada anillo excepto 2014, 2019 y 2021, y podrían haber sido más sino fuera por la salud.

Ahora, en la NBA más democrática e internacional de la historia, se turnan americanos y europeos para ganar el anillo y Jokic, Giannis y Embiid para el MVP. Y a todo esto, Luka Doncic tiene solo 25 años, Wemby acaba de llegar y el draft tiene cada vez más representación global. Tres franceses y cuatro internacionales en el top-10 del pasado junio y los mocks, Cooper Flagg al margen, ponen otros ocho jugadores no americanos en la lotería de 2025 (y 14 en primera ronda). España, con Hugo González, Rusia, Croacia, Francia o incluso Sudán del Sur tienen representación en la nueva normalidad del baloncesto, el talento sale a iguales de Estados Unidos y del resto del planeta. Y sin Curry, LeBron y Durant para conseguir el oro, el final del dominio está más cerca. ¿Y si llega en casa?

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