Héctor Alderete volvió este fin de semana a las pistas de la liga EBA, en Madrid, un año después de su lesión de rodilla. Recuperamos este reportaje con él publicado en la revista de diciembre de 2023, que puedes conseguir aquí.
A los madrileños viejos les llaman “gatos”, y algo de eso tiene Héctor Alderete, quien a sus 21 años es toda una institución en el baloncesto en Madrid. Afronta, sin ponerse fechas, la recuperación de su tercera lesión grave. Y por primera vez fuera del club de su vida. Llamado a ser uno de los grandes jugadores de nuestro baloncesto, ¿cómo se adapta a su nueva realidad?
Entrar a la cancha de la FBM en la inmensidad de la Caja Mágica y oír en el vacío ese sonido mágico del bote del balón en el parqué. Es él. Como cualquier mañana antes de que empezaran las clases del Ramiro. En realidad, como cualquier día de las 7 vidas de Héctor Alderete Díaz (Madrid, 2002), pegado a la pelota naranja desde que nació en una familia enamorada de la canasta. Incluso cuando las lesiones, tres de gravedad en apenas 4 años, le obligaron a parar: “hasta cuando tenía la escayola del culo al tobillo y no podía moverme del sofá tenía un balón en la mano”, bromea, sudoroso, tras el entrenamiento en solitario con uno de sus ex entrenadores en Movistar Estudiantes, Alberto Lorenzo. Viéndolo, no parece un jugador que está en plena recuperación de una lesión. “Quizá desde fuera no se note, no tienen la misma fuerza las dos piernas, me tiran, son cosas que se solventarán con el tiempo. No tengo prisa”. Es la nueva realidad con la que tiene que convivir el que estaba llamado a ser uno de los grandes jugadores de nuestro basket.
En 2019, con 16 años, Héctor Alderete entrenaba por primera vez con los mayores del Estu, marcado como la futura estrella del club desde que empezó a subir con los “cracks 00” campeones de España infantiles y cadetes pese a ser dos años menor. Nunca olvidará ese día, pero por algo terrible: se produjo su primera lesión de gravedad, en el ligamento cruzado. Cuando regresó con el filial un año después, recaída. Le tocó pasar la pandemia del COVID trabajando en otra rehabilitación: dos años prácticamente sin jugar para regresar, ya en 2021, a lo bestia. Brilló con el EBA en la fase final de Valencia, y se confirmó que tendría ficha del primer equipo en el primer curso LEB Oro de Movistar Estudiantes: pero al ver que no disponía de minutos, pidió cesión al Hestia Menorca de LEB Plata. En el verano de 2022, locura: campeón de Europa U20M y sorprendente convocatoria con la absoluta. En el segundo año con los mayores del Estu, no tuvo pocos minutos con Javi Rodríguez y cuando por fin empieza a tener continuidad con Lorenzo… otra vez crack. Otra vez en el entrenamiento, de nuevo el maldito ligamento.
Bien rodeado en su recuperación
Ahora, siete meses después, continúa trabajando en solitario con un equipo profesional compuesto por el preparador físico Arturo Ortiz, “con el que llevo desde los 14 años”; el cirujano que le operó, Cristóbal Rodríguez, “al que veo una vez al mes, lo que pasa es que es madridista”; los fisioterapeutas Pablo Llanes y Juan Frasquet; los entrenadores Alberto Lorenzo y Javier Lombardía, antes también Uros Dragicevic, recientemente fichado por el AS Monaco. Y, por supuesto, una psicóloga deportiva, Sara Martínez Espejo.
“Estoy bien, es complicado pasar de estar integrado en un equipo a drásticamente tener que trabajar solo por tu cuenta, pero estoy bien rodeado. He trabajado mucho la parte mental con la psicóloga, me ayuda a solventar lo de no estar arropado por un equipo. Físicamente estoy bien, en los tiempos que debo estar”. E insiste en una idea: no hay prisa. “No tengo ninguna fecha prevista para regresar. Cuando me encuentre bien para jugar lo sabré. Si tiene que ser la temporada próxima, que lo sea”. Y es que Héctor Alderete trae, por desgracia, la lección muy bien aprendida. “En la primera lesión tuve prisa para quemar plazos. En esta estoy aprendiendo a escuchar a mi cuerpo. Antes aunque estuviera reventado, si tenía programada una sesión por mi cuenta la hacía. Puede ser un cambio de mentalidad o madurez, a unos les viene con el tiempo, a otros a hostias como a mí”, reflexiona el todavía joven jugador. “A las malas he aprendido que tengo que cuidarme más, el ritmo que llevaba no era normal aunque yo pensaba que sí podía con él. Tengo que saber relajarme y parar, el descanso es parte del entrenamiento”.
Primera vida lejos del Estu
Ahora él marca los tiempos: ningún equipo le espera, ni siquiera el de sus amores. En verano se desvinculó de Movistar Estudiantes y aunque muchos clubes miran de reojo cómo va su recuperación, ahora lo primero es lo primero. En su comunicado oficial, el Estu explicaba que “ofreció al jugador su continuidad para trabajar en su recuperación, como en lesiones anteriores” y que este decidió tomarse un “paréntesis”. Héctor Alderete habla con un cariño tremendo, a veces aún en primera persona, de su ya exequipo. “Entiendo su posición, y se portaron muy bien conmigo, pero me hicieron una oferta en la que no estaba interesado. Ya antes de la lesión me dijeron que no iban a ejecutar la cláusula del contrato de 3+2 que tenía y que iban a hacer una oferta nueva. Y cuando llegó decidimos que era mejor trabajar por mi cuenta”.
El topicazo de “salir de la zona de confort” a Héctor Alderete le vino de un modo drástico. “Al principio es duro, costó asimilarlo porque siempre he sido del Estudiantes, tengo amigos dentro del equipo, pero creo que es la decisión correcta. Voy a ver algunos partidos: yo sigo siendo del Estu y lo seré toda mi vida, me sé todas las canciones de la Demencia”. Tiene clavada la espinita de no haber podido ayudar en el regreso a acb, porque sabe que “en Estudiantes gusta que jueguen los canteranos, pero el equipo tiene la necesidad de subir sí o sí”. Y hace autocrítica: “no todo el mundo es Ricky Rubio o Luka Doncic, en cuanto un joven llega al primer equipo y deja de jugar, mucha gente empieza con que el entrenador es un hijo de puta que no le da oportunidades. Pero es que a lo mejor no se las está ganando. A mí me costó entenderlo, sobre todo mi primer año, me pensaba que tenía que jugar 20 minutos por ser quien era… y no era nadie. El segundo año sí entendí que tenía que ganarme el puesto”.
El trabajo mental y el entorno
Mencionábamos antes el papel de la psicóloga, Sara Martínez Espejo. Empezó a trabajar con ella unos meses antes de la lesión y “tuvo mucho que ver con mi mejora durante el año, fui ganando confianza. Me ayudó a que, cuando tuve la oportunidad, cogerla y hacerme hueco. Entonces llegó la lesión, pero gracias a ese trabajo previo ha sido menos complicada mentalmente que si pasa cuando no tenía minutos”. ¿Llegó a pensar en dejar el baloncesto? “Hay momentos jodidos y en los que te planteas cosas. Pero cuando, al salir de la resonancia, mi padre me dijo que si quería dejarlo no pasaba nada, me di cuenta de que quería seguir. Quizá sí me lo planteé en la segunda lesión, que fue muy seguida y no estaba disfrutando en la pista. Pero esta tercera lesión vino en un momento en que ya estaba jugando y pasándomelo bien”.
Se habla muchísimo de la importancia del entorno del jugador: Héctor Alderete es muy consciente de que tiene mucha suerte con el suyo. Sus padres, Bárbara y Nacho, “nunca nos han presionado, ven el baloncesto como un deporte que la familia nos encanta. En cantera a mi hermano y a mi nos llevaban a los partidos, nos daban un beso y ya, no nos decían que teníamos que meter 40 puntos”, aunque sí reconoce con cariño que “mi padre fue el que peor lo pasó con la lesión, se quedó conmigo los primeros meses en casa y diría que estaba peor que yo mentalmente”. Durante años, los Alderete tuvieron que lidiar con esa ilusión y presión de ser el futuro, la nueva saga familiar surgida de la cantera del Estu. Pero el mundo de los mayores es otra película. “Un día estás en la cresta de la ola, la gente habla de ti, llegas al primer equipo, dicen que vas a ser el nuevo Carlos Jiménez… y con 16 años llega la lesión. A lo mejor no es bueno para los chavales poner tanta presión encima, porque luego pasa cualquier cosa y se pueden hundir”, reflexiona. “Puedes ser la hostia en categorías inferiores, pero el profesionalismo es otra realidad: hay gente que está jugando por su familia, y si para ganarse el puesto te tienen que putear, lo harán”.
Aunque es inevitable “la soledad del corredor de fondo” durante el proceso de recuperación de una lesión de larga duración como la de Héctor, lo cierto es que no ha estado solo: “se han volcado conmigo: la Federación, el Estudiantes, mi entorno… llamadas de gente y clubes de Madrid ofreciéndome pistas para entrenar. Estoy muy agradecido, ha sido una maravilla”. ¿Y ahora qué? A la hora de escribir estas líneas, Héctor esperaba la cita con el doctor Rodríguez donde le dirá si puede dejar el ya aburrido 1×0 para empezar a entrenar con oposición. “La idea es buscar algún equipo de Madrid para completar sus entrenamientos, seguramente un EBA, para estar de nuevo en un grupo”. ¿Y volver a verle en las pistas? Insiste: no hay fechas. “Cuando ya esté bien, tocará lo de buscar equipo para jugar”. Pues sin prisa.
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UNA VIDA EN AZUL
Salvo los meses de la cesión en el Hestia Menorca, Héctor siempre había jugado en Movistar Estudiantes. Pasó por todas las categorías del club, de minibasket a tener ficha del primer equipo, algo que no se veía en el club desde Gonzalo Martínez. También fue un habitual en las categorías de formación de la selección española y es el jugador que más Campeonatos de España ha disputado con las selecciones madrileñas: 7, con 6 medallas.
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CUESTIÓN DE HERMANOS
Lo de las sagas familiares es algo muy propio del Estu: Martínez Arroyo, Sagi-Vela, Reyes… Héctor Alderete, nacido en 2002, habitualmente competía con jugadores mayores que él… como su hermano Diego, del 2000, que brilla en su tercer año en el Hestia Menorca y junto al que logró en la cantera estudiantil los campeonatos de España infantil (2014) y cadete (2016). “Tiene un hueco imprescindible en su equipo, hace de todo en la sombra”, analiza. “De pequeño yo llevaba bien la comparación con él, pero era yo el que subía a su equipo. Me pongo en su piel y quizá tener siempre a tu hermano pequeño en tu equipo, y luego en casa, es demasiado. Pero es que simplemente íbamos a jugar y a pasarlo bien. Nunca ha habido pique, nos gustaba jugar juntos”, reconoce Héctor.
Fotos: Juan Pelegrín