Jamal Murray puso Denver patas arriba y el 2-0 en la serie después de un canastón sobre la bocina para ganar un partido que los Lakers llegaron a dominar por más de 20 puntos de diferencia.

El miedo a ganar visitante, o la heroicidad local, pero los Nuggets se llevaron un partido que su afición ni se creyó hasta el último cuarto.

Anthony Davis y LeBron James quisieron amargar la noche a una afición de Denver que estuvo un poco fría. Es más, en muchas de las jugadas se escuchaban más a los seguidores angelinos que a los locales.

Pese al buen hacer en la pintura de Nikola Jokic en los de Colorado, con un doble-doble (12-12) ya a mediados del segundo cuarto, Davis se convirtió en el héroe de la noche, y es que lo anotó prácticamente todo.

La afición de los Nuggets, totalmente silenciada, rugió más en el tiempo de descanso con un espectáculo de una bailarina con fuego, y con los triples desde media pista de su mascota, que con el partido en sí.

A la fiesta de Davis se le sumó rápidamente LeBron, que empezó a anotar, a rebotear y a asistir con mucha facilidad, hecho que disparó a los Lakers en el marcador.

El público, ante tal espectáculo visitante, dio prioridad a las natillas de vainilla que vendían en los bares de los distintos anillos. Hay que decir, a su favor, que efectivamente estaban muy buenas.

Para solucionarlo, el speaker rápidamente hizo su faena para que el público agitara las toallas que usan a modo de bufanda y que regalaban a cada aficionado presente en el Ball Arena.

El guión cambió en un abrir y cerrar de ojos: los Lakers lo fallaban todo al final del tercer periodo y los Nuggets lo aprovecharon para dejar atrás la frontera de los diez puntos de desventaja.

Los aficionados de Denver ya parecían otros. De los 20 puntos de ventaja visitantes se pasó al 82-77 a falta de ocho minutos para el final. Ahora sí, los silenciados eran los fans californianos.



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